Jamaica: la esperanza está en el horizonte

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Cuando uno piensa en Jamaica, lo que le viene a uno a la cabeza son imágenes de las preciosas playas al atardecer, un lugar para ir de vacaciones y donde alejarse de todas las preocupaciones. En este mismo paraíso, el padre Tom McGann, misionero claretiano, y sus hermanos sacerdotes, se enfrentan a unos retos muy serios: el crimen, la pobreza y la desesperación.

Los claretianos de la misión de Jamaica han luchado durante siglos contra los efectos de la pobreza. Después del 11 de septiembre, el turismo a la isla, principal fuente de ingresos de Jamaica, sufrió mucho y afectó a la ya de por si pobre economía isleña.

“Me gustaría que los demás supiesen que hay muchas necesidades aquí”, explica el padre McGann, C.M.F., párroco de dos parroquias en Kingston, Jamaica, que son administradas por la Provincia del Este de los claretianos. “Los Estados Unidos es un país que ha recibido muchas bendiciones, y tenemos la responsabilidad de compartir lo que tenemos con los demás.”

La pobreza en las parroquias claretianas continúa subiendo. Hay gentes que viven en el depósito de basuras de Kingston, a donde van en busca de algo de valor o que comer. “Conocí a una mujer que creció allí y que ahora tiene seis hijos”, dice el padre McGann. “Su casita medía 10 por 13 pies (3x4 metros).”

Los claretianos sirven en dos parroquias en un país donde el catolicismo es la minoría, e incluso rechazado por algunos. Los claretianos aceptan los riegos de vivir en estas comunidades para servir entre las gentes que desean escuchar la voz de Dios, los 350 feligreses de las parroquias de Nuestra Señora de los Ángeles y de San Juan Bautista.

En las calles de Kingston, donde la vida es muy dura, es muy fácil que uno pierda la esperanza. La presencia esperanzadora de los claretianos es muy parecida a la presencia de San Judas en la vida de sus devotos: segura, atenta, y llena de amor. La vida diaria de los claretianos incluye servir a multitud de niños, viajar los domingos a las parroquias locales que no tienen párrocos permanentes y enseñar en las escuelas. “Los claretianos entienden que hay que hacer lo que uno puede, de la manera que uno pueda, para promover el evangelio”, dice el padre McGann.

“En este ministerio he aprendido dos cosas: a ser más sensible a las necesidades de los demás y me he dado cuenta de lo diferente que es servir aquí que en los Estados Unidos. La gente de los Estados Unidos tiene mucho más que lo que tienen aquí en Jamaica. Pero los ánimos de la gente aquí son fortísimos.”