Primero el básquetbol, luego la esperanza

El padre claretiano Bruce Wellems y sus compañeros en la parroquia de la Santa Cruz en Chicago tienen una misión especial dedicada a los “jóvenes en riesgo.” Todos, incluso el conserje, ofrecen su bienvenida a los jóvenes que vienen a la liturgia o que simplemente entran en el edificio para animarlos a que pasen sus ratos libres en la iglesia en vez de hacerlo en las calles.

Para el padre Bruce extender la mano a los jóvenes del barrio significó dar un paseo con una pelota de baloncesto bajo el brazo hasta el parque, donde el gimnasio está cubierto de graffiti. Había jóvenes tomando en un banco cercano, otros se reunían en las esquinas del parque. El P. Bruce sintió como si ese no fuese su lugar. Pero de todas formas se puso a jugar básquetbol con los muchachos y decidió hacerlo todos los jueves.

Entonces sucedió un milagro, lo que sus feligreses llamarían un “si Dios quiere.” Cada jueves más y más jóvenes venían a jugar, y poco a poco empezó a hablar con ellos de temas como la cárcel, el bautismo de sus niños, el trabajo, las relaciones con muchachas… de toda clase de temas.

Y empezaron a haber cambios en el parque. Borraron el graffiti. Los tiroteos y las peleas en el parque se convirtieron en cosa del pasado. Como dice un miembro de una pandilla callejera, “preferimos los programas de la iglesia.”

“La gente me pregunta si no me da miedo trabajar con los pandilleros”, dice el P. Bruce. “Yo les digo que yo no escogí trabajar con los pandilleros. El trabajo me escogió a mí.”

“Estar unido a otros que quieren y tienen grandes esperanzas para estos jóvenes hace que mi ministerio sea mucho más fácil, que reofrezca más recompensas, que tenga más éxito. Creo que me convierto en un sacerdote misionero claretiano de verdad cuando me meto en este tipo de situaciones y cuando soy capaz de responder a las necesidades de la juventud, unas necesidades que requieren una atención urgente.”

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